Todo empezó de pura casualidad, tal como acostumbran a suceder las mejores cosas en esta vida; era una tarde como cualquier otra que carecía de ningún elemento especial, salvo por un flamante título recién adquirido.
Por aquel entonces nos entreteníamos con cierta aventura gráfica de LucasArts, ambientada en la famosa isla del mono.
Y precisamente aquella noche teníamos una cita concertada con sus atípicos habitantes.
Pero quiso el destino que esa misma tarde nos encaminaramos hacia el añejo Centro Mail de Montera - las célebres tiendas que precedieron a la actual Game, para más señas -, y dada mi tierna edad y escasos recursos económicos, tuvieron a bien presentarme a mi queridísimo amigo Tomás, que por aquel entonces rondaba los cincuenta años y se consideraba a si mismo un gran apasionado del Amiga.
Felizmente, nuestro reciénte compañero nos sorprendió con una sinuosa caja repleta de discos para dicho ordenador, que lógicamente nosotros no nos habríamos podido costear, pues la escandalosa cifra estaba próxima a los treinta juegos.
Una cantidad de ensueño para un joven estudiante de instituto, como bien os podréis imaginar.
El caso es que teníamos planeado dedicarle toda la noche del sabado a nuestro queridísimo Guybrush y su inseparable Elaine, pero el lento e inexorable paso de las horas acicateó nuestra creciente curiosidad, y decidimos probar suerte con aquella tentadora caja, cuyo recuerdo sonaba en nuestra memoria como un canto de sirena.
Escogimos un título al azar, sin preocuparnos excesivamente por nuestra elección, y para nuestra sorpresa emergió un llamativo juego de fútbol.
No pude disimular mi decepción inicial, pues no negaré que este género dista de ser uno mis preferidos.
Pero, tal como reza el popular refranero español, a caballo regalado no le mires el diente, así que nos dispusimos a introducir el primer disco, y a continuación el segundo.
Aquello parecía una burda copia del legendario Kick Off de Anco, empobrecido por el reducido tamaño de sus jugadores y unos requisitos todavía mayores - un disco extra y más Ram para ser precisos -.
Todos los indicios nos hacían presagiar que sus minutos estaban contados, pero hete aquí que al modificar la trayectoria el esférico también variaba la suya...
Quizá resulte superior al Kick Off después de todo...
No tardamos en sorprendernos con los efectos conseguidos, y el juego terminó por atraparnos irremediablemente gracias a su inusitada diversión.
Seis horas después nos aferrabamos al preciado simulador incansables, y España causaba furor en el terreno internacional - virtualmente hablando -.
Ni qué decir tiene que aquella noche nos olvidamos de Gyubrush y compañía por completo.
Poco importaba su modesto apartado gráfico - que, no obstante, se conserva milagrosamente bien -, ni su melodía tan repetitiva - basta con decir que era idéntica en cada partido -.
Son detalles menores que no consiguen eclipsar a uno de los mayores representantes del género en su extensa trayectoria, al menos en mi modesta opinión.
Tanto es así que consiguió engancharme por completo, pese a mi aversión inicial por el deporte rey.
Llegados a este punto, merece la pena cuestionarse si todavía resulta igualmente recomendable, dada la gran cantidad de versiones existente, con las consabidas mejoras gráficas y sonoras.
Y la respuesta es un rotundo SI.
Aunque sólo fuera por el adictivo modo Career, uno de los más aplaudidos hasta la fecha.
Por todo lo demás, Sensible World of Soccer es un arcade tan trepidante como el que más: en vuestro cometido de entrenador deberéis llevar al equipo deseado hasta la tan anhelada victoria.
Huelga decir que aquí están representadas las mejores ligas mundanas, en las que podréis comercializar con los respectivos jugadores, y, llegado el caso, contratar alguna prometdora estrella.
Queda claro por tanto que este juego destila puro "HAMOR", pues nos estamos refiriendo a un título único e irrepetible, y que desde aquí os recomiendo encarecidamente.
.