El éxito que ha marcado el camino de Nintendo no hubiera sido posible en parte sin las aportaciones del célebre Gunpei Yokoi, el denominado “padre de la Game Boy”, que también contribuyó a engrosar las arcas y el prestigio de la compañía nipona con el desarrollo de notables juegos.
Uno de ellos fue el Metroid, comercializado en el lejano año 1.986, que no tardó en cosechar las mejores críticas posibles a la vez que aportaba consigo dos elementos realmente innovadores.
El primero fue un sistema de passwords que permitía continuar la partida allí donde se había dejado inconclusa.
El siguiente elemento a destacar era que por vez primera el jugador tenía ocasión de deleitarse con un título protagonizado por una fémina de armas tomar, algo habitual en nuestros días pero ciertamente arriesgado de cara a la comercialización del programa en la década de los ochenta, puesto que podría haberle restado ventas, dado que por aquel entonces el usuario no estaba acostumbrado a jugar con títulos donde el personaje central pasaba por ser una mujer.
Fue esta la razón por la que se disimularon sus rasgos más característicos hasta el punto de que nada hacía pensar que Samus Aran, que así se llamaba la heroína, era en realidad una escultural mujer en lugar de un fornido varón como muchos aficionados pensaron en un primer momento.
La culpa la tenía una pesada armadura que impedía presagiar quién podía ocultarse bajo su protección.
Por fortuna cabía la posibilidad de ver a esta bella cazadora de recompensas privada de su blindaje, aunque para tal fin fuera preciso concluir el juego en menos de una hora, una epopeya al alcance de muy pocos dada la dificultad que atesoraba el cartucho; por este motivo pasó largo tiempo antes de que algún avezado jugador pudiera averiguar la verdadera personalidad que se escondía tras la reluciente coraza metalizada.
La recompensa en cualquier caso fue de agradecer por centenares de usuarios que pretendían deleitarse con una sugerente ilustración donde una mujer pelirroja posaba en bikini.
Para facilitar llegar a este codiciado final se difundió la existencia de un código que permitía hacer uso de todas las armas y potenciadores, facilitando así el desarrollo de la aventura; el código en cuestión no era otro que “Justín Bailey”.
Esta pequeña clave no tardó en popularizarse, pues en ella habían depositado muchos de los adolescentes de la época la única oportunidad de ver la tan ansiada imagen, pudiendo cumplir así los requisitos para su obtención.
Pero con la difusión del código no tardaron en aparecer todo tipo de rumores asegurando que “Justin Baley” quería decir en realidad “just in baley”, algo así como “sólo un bikini”. Otros usuarios en cambio defendían que se trataba del jugador que ostentaba el record mundial del título en cuestión. Pero la triste realidad era bien distinta, pues como los mismos desarrolladores aseguraron años más tarde, escogieron el nombre al azar de un simple listado.
Uno de ellos fue el Metroid, comercializado en el lejano año 1.986, que no tardó en cosechar las mejores críticas posibles a la vez que aportaba consigo dos elementos realmente innovadores.
El primero fue un sistema de passwords que permitía continuar la partida allí donde se había dejado inconclusa.
El siguiente elemento a destacar era que por vez primera el jugador tenía ocasión de deleitarse con un título protagonizado por una fémina de armas tomar, algo habitual en nuestros días pero ciertamente arriesgado de cara a la comercialización del programa en la década de los ochenta, puesto que podría haberle restado ventas, dado que por aquel entonces el usuario no estaba acostumbrado a jugar con títulos donde el personaje central pasaba por ser una mujer.
Fue esta la razón por la que se disimularon sus rasgos más característicos hasta el punto de que nada hacía pensar que Samus Aran, que así se llamaba la heroína, era en realidad una escultural mujer en lugar de un fornido varón como muchos aficionados pensaron en un primer momento.
La culpa la tenía una pesada armadura que impedía presagiar quién podía ocultarse bajo su protección.
Por fortuna cabía la posibilidad de ver a esta bella cazadora de recompensas privada de su blindaje, aunque para tal fin fuera preciso concluir el juego en menos de una hora, una epopeya al alcance de muy pocos dada la dificultad que atesoraba el cartucho; por este motivo pasó largo tiempo antes de que algún avezado jugador pudiera averiguar la verdadera personalidad que se escondía tras la reluciente coraza metalizada.
La recompensa en cualquier caso fue de agradecer por centenares de usuarios que pretendían deleitarse con una sugerente ilustración donde una mujer pelirroja posaba en bikini.
Para facilitar llegar a este codiciado final se difundió la existencia de un código que permitía hacer uso de todas las armas y potenciadores, facilitando así el desarrollo de la aventura; el código en cuestión no era otro que “Justín Bailey”.
Esta pequeña clave no tardó en popularizarse, pues en ella habían depositado muchos de los adolescentes de la época la única oportunidad de ver la tan ansiada imagen, pudiendo cumplir así los requisitos para su obtención.
Pero con la difusión del código no tardaron en aparecer todo tipo de rumores asegurando que “Justin Baley” quería decir en realidad “just in baley”, algo así como “sólo un bikini”. Otros usuarios en cambio defendían que se trataba del jugador que ostentaba el record mundial del título en cuestión. Pero la triste realidad era bien distinta, pues como los mismos desarrolladores aseguraron años más tarde, escogieron el nombre al azar de un simple listado.
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